jueves, 26 de julio de 2012

Evita, la incontrolable

A 60 años de su fallecimiento, el viaje europeo de la esposa de Perón suma anécdotas sobre el carácter entre imponente y humanitario de la que fuera la mujer más famosa de la historia argentina y la que más influyó en su sociedad.




Frontal, exigente, impulsiva y fresca, Eva Duarte de Perón fue una de las primeras mujeres de presidentes en representar al país en el extranjero. Por eso fue tan sonado el viaje que hizo por España, en 1947, viaje del cual quedan recuerdos en los informes que un funcionario español hizo para el dictador Francisco Franco y a su esposa, Carmen Polo, y la visita al papa Pío XII, en el que destaca la falta de etiqueta de la primera dama: 

"El mismo día de la llegada, después de almorzar, el primer problema. Evita decidió visitar los barrios pobres de Madrid. Doña Carmen le señaló que hacía mucho calor y que debían dormir la siesta porque a la noche tendrían una fiesta en El Pardo

"No hubo caso. Tuvo que acompañarla a la recorrida en automóvil. Evita entró en todas esas casuchas, les preguntó a sus ocupantes si tenían trabajo y a cada chico flaco con aspecto de enfermo le dio dinero, diciéndole a Doña Carmen y a los que íbamos con ella que eso no era caridad, sino ayuda social.


"El mismo día, al regreso de los barrios pobres, el segundo problema. Evita le pidió al Generalísimo que indultara a la «Pasionaria», la comunista condenada a muerte. El Generalísimo, que había ordenado que la fusilaran, le perdonó la vida, pero dijo que cumpliría su condena en la cárcel.

Evita bajó a la fiesta en El Pardo con un vestido azul espectacular, pero se olvidó de ponerse la Cruz de Isabel la Católica. El generalísimo se lo hizo notar. Ella dijo: «Ay, me olvidé de ponérmela. No importa, tiene arreglo». Chasqueó los dedos y una ayudante corrió a buscarle la Cruz.

De Madrid fuimos a Sevilla. Visitas a una iglesia y después a la Catedral (…). Cuando en la misa pasaron la bolsa de la limosna, ella dijo en voz alta: «¡Uy, me quedé sin un centavo! Yo creí que la otra iglesia era la Catedral y dejé todo lo que tenía en la cartera. A ver, ¡vayan rápido al Pardo a buscar más plata!» Y eso hicieron… Regreso de Sevilla a Madrid y visita al Escorial (…). 

"Cuando le preguntaron qué le parecía el palacio, dijo: «¡Cuántas habitaciones! ¡Qué hogar para huérfanos haría yo aquí!» Muchos se horrorizaron

"En Granada, llevaron a Evita a ver las estatuas de los Reyes Católicos, ubicadas arriba de donde están sus cuerpos, el de su hija Juana la Loca y el de Felipe el Hermoso. El alcalde hizo nota: «Fíjese usted que la cabeza de Isabel se hunde mucho más en la almohada. Según decían, su cerebro pesaba más que el de Fernando». Ella sonrió y le dijo: «Siempre pasa lo mismo»...

"... Fuimos a Barcelona, donde Evita se encontró con Doña Carmen en el aeropuerto... A la noche, tras descansar en el Palacio Pedralbes, teníamos que asistir a una representación teatral de Sueño de una noche de verano, de Shakespeare, en el anfiteatro del Palacio Nacional de Montjuich. Evita llegó dos horas más tarde. Cuando se lo hicieron notar, dijo: «¡Que esperen! Para algo somos presidentas. A mí nadie me fija horarios, ni mi marido». Doña Carmen la calmó, hablándole en voz baja...

"21 de junio. A las nueve y media de la mañana, Evita tenia cita con el Papa... Evita se quedó dormida. Llegó veinte minutos tarde para la entrevista. La esperaban el monseñor Beniamino Nardoni y el príncipe Alessandro Ruspoli, flaco, calvo, vestido de negro y con un parche sobre un ojo. Cuando Evita lo vio, le preguntó al embajador argentino: «¿Ese parche es parte del uniforme?» El embajador le respondió «No. Le falta un ojo». Ella miró a los soldados de la Guardia Suiza y dijo: «Seguro que le pasó eso porque no saben usar las lanzas»...

"5 de julio. Llevaron a Evita a la ceremonia de caninización de una religiosa portuguesa. La ubicaron en un palco secundario, abajo del de honor, donde estaba la princesa de Braganza. Al advertirlo, le dijo al embajador argentino: «Si no me ponen donde está esa, no hay trigo». Como hay mucha hambre en italia, su princesa tuvo que cambiar de asiento...

Muy cuidadoso del protocolo, a Perón le molestaban las críticas que recibía su esposa, poco dada a las formalidades. Para eso, contrató al refinado conde de Chikoff, experto en protocolo y buenas costumbres: “Quiero que le enseñes a Eva, porque toma la sopa cantada”, le dijo. Luego de meses de arduo trabajo, el noble pidió audiencia con el presidente. Tenía una queja: “Las malas palabras… Cuando su mujer se enoja es incontrolable. Me doy por vencido”.



Extracto del libro Secretos Presidenciales (por Andrés Bufali) y del artículo "Anécdotas y secretos de nuestros presidentes", publicado en la Revista Todo es Historia, Nº 535, Febrero de 2012


Sobre el autor


Comparte este artículo:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...