jueves, 13 de octubre de 2011

Los Sáenz Peña: «¡Una familia en la Rosada!»

Roque Saénz Peña fue el único presidente de la historia argentina que residió en la Casa Rosada, entre 1910 y 1916, y lo hizo rodeado de lujos.






Hasta la llegada de Roque Sáenz Peña, en la Casa de Gobierno las alimañas, roedores e insectos vivían en pie de igualdad con las autoridades. Pero la rutina se alteró el día en que el presidente y su familia quisieron dejar su palacete en la avenida Santa Fe para ocupar, entre martillazos y escombros, la Rosada, a la que llamaron "La Mansión".

Impregnado de la atmósfera monárquica española, por sus días de embajador en Madrid, el presidente que instauró el voto universal (para hombres) intentó imprimir un aire majestuoso a la Casa de Gobierno, con algunos “lujos reales”, habituales en sus gustos por la decoración, lo que le valió el apodo de “su majestad Roque I”. 

A pesar de su espíritu democrático y republicano, el mandatario gustó siempre del boato real y vistió a los ordenanzas y mucamos del palacio con uniformes versallescos, de librea y calzón corto. Una fotografía de la primera dama, Rosa González de Sáenz Peña, es contundente: se la ve cómodamente sentada entre muebles de mimbre, plantas tropicales, estatuas y porcelanas en una de las galerías con vitral del primer piso de la residencia. 

Se construyeron tres nuevos y suntuosos salones, uno Renacentista, otro Luis XV y un tercero, Luis XVI. Un gran comedor estilo francés, una biblioteca, un dormitorio para el Presidente y otro para Doña Rosa. "¡Ya tiene una familia la Rosada!", se alegraron los diarios porteños, ignorando que en su interior todo estaba revuelto y lleno de polvo. Mientras su salud no le jugó malas pasadas, el padre del sufragio secreto y obligatorio corrió del dormitorio al despacho presidencial sin problemas.

Su busto fue esculpido por su amante, Lola Mora, y es el más valioso de todos los que hay en la Casa Rosada. La revista Plus Ultra rememoraba en 1916 aquella situación: “En 1910 (...) instaló sus habitaciones particulares en la Casa Rosada, habilitando a tal efecto todo el ángulo del edificio que hace esquina a Rivadavia y Paseo de Julio. Con tal objeto se alhajaron ricamente nuevos salones, el gran comedor, el escritorio privado del presidente, tres elegantes salitas de recibo y el jardín de invierno, sin contar el dormitorio y las dependencias privadas. 

"La sociedad porteña recordará siempre el magnífico golpe de vista que ofrecían el comedor y el invernáculo de la Casa Rosada la noche del gran baile de gala dado por el doctor Sáenz Peña al iniciar su gobierno, verdadera fiesta de corte a la que asistió todo lo más selecto de nuestro mundo social e intelectual”. 

En el salón comedor de Sáenz Peña (que se usa hoy como despacho presidencial) se daban banquetes en los que se servían hasta doce platos distintos, con menú en francés y vajilla, platería y cristalería francesa e inglesa. El Salón Blanco servía como salón de baile, al estilo de las cortes europeas. 

Con los años, mucha de esa suntuosidad se perdió, aunque aún hay espacios de pomposa belleza, como las escaleras Francia e Italia. Cuenta la leyenda que Perón y su ministro Domingo Mercante corrían carreras, deslizándose por sus barandales.







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