A las 7 de la mañana del 29 de marzo de 1962, el presidente Arturo Frondizi, en presencia de su esposa Elena, dos hermanos y gran parte del gabinete, se rindió ante los cuatro emisarios de las Fuerzas Armadas que durante toda la noche lo habían estado hostigando para conseguir su renuncia.
De allí fue llevado al aeropuerto y puesto en un avión que lo llevaría a la isla Martín García, en el río de la Plata. Llevaba en su equipaje gran cantidad de libros: “Voy a estudiar”, aseguró serenamente.
En la isla, la lectura y las caminatas que los militares le permitieron hacer por el parque lo ayudaron a pasar el tiempo de prisión. Hasta lavaba él mismo su propia ropa, lo que causó indignación entre sus captores. Lo tomaron como un signo de rebeldía.
Casi un año más tarde, durante una calurosa mañana de febrero de 1963, paseando por las costas de Río Grande do Sul (Brasil) un ciudadano brasileño de origen italiano, llamado Bruno Piatelli Bini, encontró una botella que era empujada por el agua.
En su interior, poseía una hoja de papel enrollada con un texto manuscrito firmado por Frondizi. La carta estaba fechada el 30 de octubre de 1962 en Martín García, y decía: “Reclamo la inmediata intervención de la ONU y de la OEA contra los militares que me han remplazado como presidente de la Argentina, para que, tras ocupar el territorio de mi país, se retorne a la normalidad institucional y se transfiera el mandato a los ciudadanos.
"Un grupo de militares de mentalidad ‘gorila’ y apetitos dictatoriales se sublevó contra mi condición de jefe supremo de las Fuerzas Armadas. Al resistirme a entregar el poder, fui enviado a la prisión de la isla Martín García a punta de pistola, perpetrándose un enorme crimen de alta traición.
Deseo que se ponga fin al caos internacional en que se encuentra la Argentina con mi prisión y el cierre del Congreso. Desde ya, bajo mi condición de presidente de la Nación, autorizo la ocupación del territorio hasta que el país vuelva a la normalidad institucional. Arturo Frondizi”.
El descubridor de la botella aseguró haber guardado ese mensaje -que dentro de la botella Frondizi habría arrojado a aguas del Río de la Plata- durante más de veinticinco años, por temor a que los gobiernos militares argentino y brasileño tomaran represalias contra él y su familia: “No dije nada antes porque tenía miedo… Ellos podían atentar contra mí o contra mi familia. Esa carta apareció en la misma playa donde yo ví cadáveres sin cabeza. Cadáveres de víctimas, según decían, de la dictadura argentina… Tuve miedo, mucho miedo. No me da vergüenza confesarlo”.
Aquella carta fue entregada a Enrique Nosiglia, ministro del interior del presidente Raúl Alfonsín en 1988 y consejero de Fernando de la Ría. Nosiglia nunca quiso mostrar el mensaje carta que Frondizi presuntamente puso dentro de la botella que halló Piatelli Bino, pero la idea de que eso fuera verdad encantó a casi todos sus compatriotas. Un presidente preso lanzando al agua un desesperado S.O.S. manuscrito dentro de una botella tiene más realismo mágico que lo que muchos escritores célebres podrían inventar...
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