jueves, 17 de noviembre de 2011

Los últimos años del presidente olvidado

Se dice que el tercer presidente argentino pasó desde el puesto más elevado de la vida nacional a la más extrema pobreza. Se cuenta que no tenía dinero ni para costear su propia tumba, y que murió con una profunda tristeza. Las penurias de Josefa Derqui.



Ensombrecido entre las figura histórica de Urquiza, su antecesor, y la de Mitre, su sucesor, la memoria del presidente Santiago Derqui permanece en una penumbra que apenas se desvanece durante los breves años de su presidencia, a principios de la década de 1860. Después, el silencio volvió a caer otra vez sobre su figura.

Cuando Derqui partió al exilio en Montevideo, se retiró a la vida privada, pero su figura siguió rodeada de los merecimientos que correspondían a un destacado mandatario y político argentino. Solo y sin recursos, vivió pobremente en una fondade la zona del puerto durante casi dos años.

Al cabo de este tiempo, el doctor Rufino de Elizalde -otrora uno de los más encarnizados adversarios de Derqui- daba penosas noticias sobre la existencia del ex mandatario, en términos que inquietaron un poco al presidente Bartolomé Mitre:

«Derqui está viviendo en la fonda, de limosna, y ya son muchos meses sin tener con qué pagar. Dadas las cosas y los antecedentes de Ud. para con él, esto no puede ser, no es decoroso... la miseria en la que vive prueba que, si fue desordenado, no hubo fraude en su Administración de que aprovecharse. Me parece que Ud. debiera dejarlo ir a Corrientes, y aun mandarle algo. Sería un acto de generosidad, y entonces yo iría a verlo, pues él no sale de su cuarto, y no lo he visto».


Dos días después del anterior mensaje, Elizade insistió en un postdata: «No olvide lo de Derqui».

Se ignora si el presidente Mitre atendió el consejo que se le daba, pero el hecho concreto es que a fines de aquel mismo año el doctor Derqui regresó al país y se radicó en Corrientes, tierra natal de su abnegada esposa, doña Modesta Cossio y Lagraña.

Desde entonces las versiones serían muy distintas y todas con pocos fundamentos. Hay quienes dicen que el ex presidente murió en la pobreza, pero, aunque es cierto que murió sin fortuna, no lo hizo en la angustiosa pobreza que había conocido en Montevideo.

De ello dejó constancia por sus propias palabras, dirigidas a su hijo en una carta en 1864: "Yo estoy bastante ocupado porque tengo varios asuntos de importancia en mi calidad de abogado...". Constantemente, hacía mención al trabajo que le ocupaba sus días y que le permitía´incluso hacer regalos a sus amigos y hasta adelantar dinero a algunos necesitados.

De las cartas surge además que el doctor Derqui era dueño de una chacra cerca de la ciudad de Corrientes, denominada "Santa Catalina", donde poseía junto a diversos animales de labranza y ordeñe, varios caballos de silla y petizos para sus hijas menores.

Así transcurrió, sosegadamente, después de numerosas turbulencias, su existencia, trabajando como abogado, considerado por la sociedad correntina, donde tenía tantos amigos y parientes, y rodeado del cariño de su familia. La correspondencia dirigida a su hijo demuestra su buen humor y ánimo sereno, teniendo como única preocupación el bienestar de su familia.

Pese a que apenas había cumplido 58 años de edad, y parecía tener mucho más de vida por delante, falleció el 5 de septiembre de 1867 en Corrientes. Según apuntó Adolfo Saldías en su Historia de la Confederación Argentina, Derqui murió "encerrado en silencio soberbio, pobre como había bajado del poder, sobrellevando dignamente el olvido y la miseria (...)".

La causa exacta de su muerte se desconoce. En marzo de 1935, en un reportaje concedido a la revista El Hogar, Josefa Derqui de Díaz Colodrero –la hija mayor, que para entonces era una anciana de 83 años, sola en el mundo– afirmó que, según los médicos que lo atendieron, su padre padecía una "enfermedad moral que lo mataba día a día".

Lo cierto es que Derqui se extinguió sin padecer ningún trastorno aparente; "no sufrió el más leve dolor físico", declaró su hija. ¿Víctima de una profunda depresión, quizá?

Según Saldías, "el cuerpo exánime del tercer presidente de la República Argentina, permaneció insepulto algunos días, porque menos feliz que aquel griego que decía no querer invertir en contestar las diatribas de la pasión contemporánea, el único dinero que conservaba para pagar su sepultura, el doctor Derqui no tuvo cómo costeársela".

Distinta es la versión que da Antonio Zinny en Historia de los gobernadores de las Provincias Argentinas, Tomo III: "El doctor Derqui, después de haber descendido del más encumbrado puesto de la República, falleció en la pobreza, y su cadáver estuvo insepulto por tres días a consecuencia del aviso que tuvo el cura de Corrientes, de que el doctor Derqui estaba excomulgado como 'masón'".

Aunque las versiones históricas son confusas y poco probadas, finalmente el ex presidente recibió sepultura. Hoy, sus restos descansan en un mausoleo levantado en la iglesiade la Cruz de los Milagros, en la ciudad de Corrientes. En Córdoba, suprovincia natal, es prácticamente un desconocido.


La penosa existencia de Pepita Derqui

La existencia de Josefa (1852-1936), hija mayor del presidente Derqui, fue realmente penosa, y su historia ha quedado retratada en un libro y notas escritas por Mario Tesler titulado “La patética vida de Josefa Derqui, hija del presidente argentino”, en el cual el autor relata las penurias espirituales y económicas de Josefa a principios del siglo XIX. 

Por una enfermedad crónica, los médicos le aconsejaron que viviera en el campo, por lo que “doña pepita” alquiló una vivienda muy precaria, distante 7 cuadras de la estación del ferrocarril. Sus ahogos económicos habían comenzado muy temprano con la viudez a la edad de veinticuatro años, luego con la muerte de sus hermanos y finalmente, de su hijo menor, en 1901. 

Empobrecida y triste, durante años los únicos ingresos que tuvo provenían de la ayuda de la Lotería Nacional, la que le otorgaba gratuitamente unas decenas de billetes de lotería para que las vendiera. Tiempo después, el Senado argentino aprobó otorgarle una pensión de 150 pesos, por el respeto moral que le debía la República por ser hija, nieta, hermana y esposa de próceres, por ser descendiente de una de las fundadoras de la Sociedad de Beneficencia en época del presidente Rivadavia.





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