viernes, 1 de junio de 2012

Así fue, hace 115 años, el Jubileo de Diamantes de la reina Victoria de Inglaterra

El 22 de septiembre de 1896 la reina Victoria de Gran Bretaña superó a su abuelo Jorge III como el monarca de más tiempo de reinado en la historia británica. Nueve meses más tarde, el Imperio se dio cita en Londres para celebrar lo que fue bautizado el "Jubileo de Diamante".





El Reino Unido festeja en 2012 con Isabel II su segundo Jubileo de Diamante, más de un siglo después del de la reina Victoria en 1897, que ya se celebró con gran pompa pero que en esa época fue también una manera de glorificar el Imperio Británico, entonces en pleno apogeo.

En 1897, el ministro de las Colonias, Joseph Chamberlain, convenció a la reina Victoria para celebrar los 60 años de su reinado, que coincidían con los 60 años del Imperio Británico entonces en "su zénith", según el historiador Walter Arnstein.

En la época, Victoria reinaba sobre un cuarto de la población del planeta, recordó Kate Williams, especialista de la realeza británica.

Para el jubileo de la reina Victoria, celebrado en un sola jornada, contra cuatro en 2012, el Imperio se trasladó a Londres, con la presencia de "once primeros ministros de las colonias junto a príncipes indios y destacamentos militares" extranjeros, relató Walter Arnstein a la AFP.

Lanceros indios con turbantes, tropas montadas neozelandesas, artilleros jamaicanos e incluso camellos desfilaron delante del palacio de Buckingham el 22 de junio de 1897. Una fastuosa parada inmortalizada en breves filmes en blanco y negro con imágenes temblorosas.

Más de un siglo más tarde, ninguna tropa extranjera fue invitada al jubileo de Isabel II.

"El Imperio británico se desintegró durante la vida de Isabel II, explica el autor de "Young Elizabeth: The Making of our Queen". Su jubileo es sobre todo "una celebración de la historia británica, de su reino y de la familia real".

En 1897, el jubileo también fue celebrado con fasto en el Imperio, donde fueron organizadas suntuosas recepciones. Se erigieron relojes municipales en honor a la reina en Malasia y en Nueva Zelanda y se construyeron fuentes en las islas Seychelles.

Este año es más bien la apatía la que domina en los países del Commonwealth, salvo quizás en Canadá.

La parada náutica en el Támesis de este domingo, el punto culminante de las ceremonias, no será transmitida en directo en la cadena pública gratuita canadiense ABC, que prefirió difundir un filme de los años 1970, "Shampoo".

A fines del siglo XIX, la idea de organizar festividades para el público era aún un concepto nuevo en el Reino Unido, según Arnstein. El 22 de junio de 1897 la reina recorrió Londres en una carroza, como lo hará Isabel II el martes.

De la catedral San Pablo hasta el palacio de Buckingham, cientos de miles de personas, entre las cuales estaba el escritor estadounidense Mark Twain, se congregaron para aclamar a la reina Victoria.

Una experiencia de la que ella habría de recordarse con emoción con lo expresó en su diario íntimo: "Nadie, pienso, ha recibido tal ovación (...) La multitud era indescriptible, y su entusiasmo verdaderamente maravilloso, profundamente conmovedor".

Anteriormente, la reina, de 78 años, que sufría de artrosis y de reumatismos, asistió desde su carroza a la misa celebrada al exterior de la catedral San Pablo. "No podía subir los peldaños" de la catedral, relató Kate Williams a la AFP. Una situación que dio lugar a variados sarcasmos en el extranjero.

Para las festividades, Victoria no quiso renunciar a su traje de duelo, que llevaba desde la muerte, en 1861, de su esposo Alberto. "Los ministros le suplican que se ponga un vestido con colores dorados", en vano, según Kate Williams.

Finalmente optó por una vestido en seda negra, con un tocado con plumas de avestruz.

Por el contrario, este fin de semana, el público podrá comentar los vestidos coloridos y pimpantes de Isabel II, con su estilo inimitable.

Las ceremonias en 1897 eran también mucho más aristocráticas, según Kate Williams. Por iniciativa de la princesa Alejandra, nieta de la reina, un inmenso banquete fue organizado para 400.000 pobres. Pero la generosidad del palacio tenía ya sus límites: la comida sólo fue posible gracias al financiamiento del hombre de negocios Thomas Lipton.














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